El riesgo de contraer alguna enfermedad cardiovascular se reduce con la dieta mediterránea, pero sólo para los ricos o los que tienen más nivel de estudios, según un estudio realizado por nueve investigadors del IRCCS Istituto Neurologico Mediterraneo Neuromed (Italia).

El estudio, publicado en la revista ‘International Journal of Epidemiology’, llega a esta sorprendente conclusión después de un análisis prospectivo realizado durante más de cuatro años a 18.991 personas mayores de 35 años en Italia.

Las ventajas cardiovasculares relacionadas con la dieta mediterránea son bien conocidas, pero esta investigación revela que esos beneficios están fuertemente influenciados por la posición socioeconómica de las personas, de manera que el riesgo se reduce entre los que tienen más nivel de educación o ingresos, mientras que no hay beneficios para los grupos sociales menos favorecidos.

«El nivel socioeconómico es capaz de modular las ventajas sanitarias relacionadas con la dieta mediterránea. En otras palabras, una persona de bajo estatus socioeconómico es poco probable que obtenga las mismas ventajas que una personas con mayores ingresos, pese que ambas se adhieran a la misma dieta sana», explica Marialaura Bonaccio, investigadora del Departamento de Epidemiología y Prevención del IRCCS Istituto Neurologico Mediterraneo Neuromed.

Licia Iacoviello, jefa del Laboratorio de Epidemiología Molecular y Nutricional en ese departamento, señala que «los grupos más favorecidos tienen más probabilidades de reportar un mayor número de índices de dieta de alta calidad en comparación con las personas con un bajo nivel socioeconómico».

Por ejemplo, las personas ricas o con más estudios consumen productos más ricos en antioxidantes y polifenoles y tienen acceso a una mayor diversidad en la elección de frutas y verduras. El estudio mide la dieta mediterránea con puntuaciones en frutas, nueces, verduras, legumbres, cereales, pescado, carne, grasas, productos lácteos y consumo de alcohol.

Los investigadores también encontraron diferencias socioeconómicas en el consumo de productos con grano entero y en los métodos de cocción preferidos. «Esas diferencias sustanciales en el consumo de productos pertenecientes a la dieta mediterránea nos llevan a pensar que la calidad de los alimentos puede ser tan importante para la salud como la cantidad y la frecuencia del consumo», apunta Iacoviello.

«Nuestros resultados deben promover una consideración seria del escenario socioeconómico de la salud. Las disparidades socioeconómicas en la salud están creciendo también en el acceso a dietas saludables. Durante los últimos años, hemos documentado un cambio rápido de la dieta mediterránea en toda la población, pero también podría ser que los ciudadanos más débiles tiendan a comprar alimentos ‘mediterráneos’ con un bajo valor nutricional. No podemos seguir diciendo que la dieta mediterránea es buena para la salud si no somos capaces de garantizar un igual acceso a ella», concluye Giovanni de Gaetano, director del Departamento de Epidemniología y Prevención del IRCCS.