La Organización Mundial de la Salud propone una serie de pautas para la brecha entre mujeres y hombres en el área laboral sanitario descienda
La brecha laboral entre hombres y mujeres es una realidad más que conocida y debatida. La desigualdad afecta a prácticamente todos los ámbitos laborales, en concreto, desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) han querido destacar la brecha que existen en el sector sanitario, donde «son muy pocas las mujeres que adoptan decisiones críticas y ejercen labores de liderazgo«.
Este hecho ha impulsado un estudio por parte de la OMS, la Red Mundial de Personal Sanitario y Women in Global Health. Las distintas organizaciones han presentado un informe en el que se describen los factores sociales y económicos que determinan por qué son pocas las mujeres que ejercen funciones de liderazgo en el ámbito de la salud mundial, y se hace un llamamiento a la acción para que se aborde urgentemente la desigualdad entre los sexos. Estos son los 10 puntos clave:
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Las mujeres representan el 70% del personal sanitario, pero solo el 25% ocupa puestos de responsabilidad.
Esto significa que, en realidad, los servicios de salud a nivel mundial son dispensados por mujeres en un sector dirigido por hombres. Estas desigualdades entre los sexos en materia de liderazgo se deben a estereotipos, discriminación y desequilibrios de poder. Algunas mujeres se ven aún más desfavorecidas por su raza o clase social.
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La desigualdad entre hombres y mujeres en el seno del personal sanitario es indicativa de un problema más amplio en la salud mundial.
La salud mundial está dirigida predominantemente por hombres: el 69% de las organizaciones sanitarias mundiales están dirigidas por hombres, y el 80% de los presidentes de consejos ejecutivos son hombres. Solo el 20% de las organizaciones sanitarias mundiales tienen paridad entre los sexos en sus consejos ejecutivos, y solo el 25% tienen paridad entre los sexos en los puestos directivos superiores.
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Con frecuencia, las normas de género y los estereotipos relacionados con el empleo pueden afectar a las funciones que desempeñan las mujeres.
La clasificación cultural de las funciones entre «masculinas» y «femeninas» impide que las mujeres alcancen los puestos de dirección.
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Estos estereotipos contribuyen en gran medida a las diferencias salariales entre hombres y mujeres.
Las trabajadoras sanitarias también sufren una diferencia salarial por razón de género de aproximadamente el 25%. Esta diferencia es en término medio más alta en el sector de la salud mundial que en otros sectores. Las trabajadoras suelen ocupar puestos de categoría inferior y peor remunerados (a menudo no remunerados).
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Las mujeres suelen sufrir prejuicios y discriminación, así como acoso sexual.
Esto puede afectar a sus carreras, provocarles un estrés extremo y minar su ánimo. Muchos países carecen de leyes y de protección social, que constituyen la base de la igualdad de género en el trabajo; además, es más probable que los hombres que trabajan en el sector de la salud se sindiquen para defender sus derechos que las mujeres.
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La desigualdad entre los sexos está poniendo en peligro la prestación de servicios sanitarios.
Se calcula que para 2030 se necesitarán 40 millones de nuevos puestos de trabajo en el sector sanitario y social mundial. Sin embargo, se calcula que hay un déficit de 18 millones de trabajadores sanitarios, principalmente en los países de ingresos bajos y medios.
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Dejar que el equilibrio entre los sexos se establezca por sí solo no es una opción.
Si no se adoptan medidas específicas y orientadas, se calcula que serán necesarios 202 años para lograr la igualdad entre hombres y mujeres en el lugar de trabajo.
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Abordar las desigualdades entre hombres y mujeres en el seno del personal del sector sanitario y social, que es uno de los principales sectores de empleo de las mujeres, podría repercutir enormemente en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
El hecho de cubrir los millones de puestos de trabajo nuevos que deben crearse para satisfacer la demanda creciente y alcanzar la cobertura sanitaria universal y los ODS relacionados con la salud para 2030 ofrece un beneficio para la salud. La igualdad entre los sexos resulta beneficiosa, ya que la inversión en las mujeres y en la educación de las niñas para que se incorporen al trabajo formal y remunerado aumentará la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres a medida que éstas obtengan ingresos, educación y autonomía.
A su vez, es probable que esto mejore la educación familiar, la nutrición, la salud de las mujeres y los niños y otros aspectos del desarrollo. Por último, hay un dividendo para el desarrollo a medida que se crean nuevos puestos de trabajo, lo que estimula el crecimiento económico.
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Los países deben adoptar políticas que aborden las causas subyacentes de las desigualdades entre hombres y mujeres.
Se trata de cambio transformador en materia de género. Por ejemplo, el hecho de añadir empleos para el personal sanitario en las condiciones actuales no resolverá las desigualdades entre los sexos que agravan la escasez de trabajadores sanitarios.
Hasta la fecha, las políticas han tratado de ayudar a las mujeres a encajar en sistemas no equitativos; ahora tenemos que mejorar el sistema y el entorno laboral con el fin de crear trabajo decente para las mujeres y subsanar las desigualdades entre los sexos en materia de liderazgo y remuneración.
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Es necesario reorientar la investigación sobre el personal del sector sanitario y social a escala mundial.
La investigación debe centrarse prioritariamente en los países de ingresos bajos y medios; adoptar una perspectiva de género e intersectorialidad; incluir datos desglosados por sexo y género; e incluir al personal del sector social. La investigación debe ir más allá de la descripción de las inequidades entre los sexos para evaluar también el impacto de las intervenciones transformadoras en materia de género.