Por Ángel Nieto Barredo
Hablemos claro: nos hemos pasado años demostrando lo que valemos en nuestras carreras, lidiando con reuniones interminables, respondiendo emails mientras hacemos malabares con la vida personal y, por supuesto, ¡manteniendo la compostura! Pero,
¿Qué pasa cuando nos enfrentamos a ese techo de cristal que parece hecho de diamante? Aún en el siglo XXI nos encontramos con barreras que nos frenan, sobre todo, en entornos donde los hombres parecen dominar la escena. No nos desanimemos, porque si algo sabemos hacer bien, es romper moldes y destacar, incluso con una sonrisa en la cara.
Primero hablemos de esa querida amiga que muchas de nosotras conocemos: la que sufre el síndrome de la impostora. Sí, esa sensación de “¡me están dando demasiada responsabilidad y seguro se van a dar cuenta de que no tengo ni idea de lo que estoy haciendo!”. Tranquila, no estás sola en esto. A muchas nos pasa. La clave aquí es aprender a confiar en nosotras mismas. ¿Acaso hemos llegado hasta aquí por suerte?
¡Claro que no! Es importante reconocer nuestros logros y, oye, de vez en cuando darnos una palmadita en la espalda. Y si eso no basta, una copa de vino también puede hacer maravillas. Además, rodearnos de otras mujeres que estén en la misma lucha puede ser el mejor remedio. ¿Quién mejor para entenderte que esa amiga que también siente que está jugando al Tetris con su vida y su carrera?
Luego está el tema de hacernos visibles. ¡Ah, la visibilidad! No es suficiente con hacer bien nuestro trabajo, tenemos que hacernos notar, y esto a veces implica aprender a autopromocionarnos sin sentir que somos la versión femenina de un vendedor de coches. Solo con levantar la mano en una reunión o hablar de nuestros logros con naturalidad, marcamos la diferencia. Si nos quedamos calladas, ¿quién va a contar lo maravillosas que somos? Y sí, es incómodo al principio, pero, con un poco de práctica, ya nos verán liderando no solo proyectos, sino también las cenas familiares sin despeinarnos.
Eso sí, debemos aprender a ser asertivas. Nos han enseñado durante años a ser “agradables”, pero eso no significa que no podamos pedir lo que merecemos. No hace falta convertirse en la versión femenina del «lobo de Wall Street», pero sí hay que aprender a decir “no” cuando nos abruman de tareas o a pedir ese ascenso que tanto nos merecemos. Si podemos negociar con los niños para que coman brócoli, ¡podemos negociar ese aumento sin sudar!
Y bueno, por mucho que luchemos con la estructura del lugar de trabajo, algunas cosas siguen siendo un reto. Muchas veces, las empresas aún no entienden que necesitamos más flexibilidad o que el trabajo no debería ser una maratón de resistencia. También está en nosotras cambiar esto. Si queremos que el sistema evolucione, hay que luchar por opciones políticas que beneficien a todos, no solo a un puñado ¿de hombres?
Por último, ¡nunca dejemos de aprender! ¿Cuántas veces nos hemos sentido como si el mundo estuviera corriendo más rápido que nosotras? Pues ahí está la clave: mantenernos actualizadas. No se trata solo de seguir el ritmo, sino de estar listas para cualquier oportunidad. Ya sea un curso online o una charla inspiradora, todo suma.
Así que, aquí estamos, listas para destacar en nuestras carreras, con confianza, visibilidad y una buena dosis de humor. Porque si algo hemos aprendido es que ser mujer y líder no es solo posible, ¡es un reto que estamos más que preparadas para asumir!